Nuestro Señor fue crucificado entre dos ladrones. Según los relatos de Mateo y Marcos, los ladrones acompañaron a los enemigos de Jesús en burlarse de Él (Mateo 27:38-44; Marcos 15:27-32). Sin embargo, Lucas registra que uno de estos ladrones se arrepintió de sus burlas. “Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

La Biblia enseña que, si uno quiere ser salvo hoy, debe oír el evangelio, creer en Jesucristo como el Hijo de Dios, arrepentirse de sus pecados pasados, y ser sepultado con Cristo en el bautismo para que sus pecados sean lavados (Mateo 28:19, 20; Marcos 16:16; Lucas 24:46, 47; Hechos 2:38; 8:37; Romanos 6:3, 4). A pesar de esta clara enseñanza, muchos no están de acuerdo, y dicen que uno es salvo en el momento en que cree. Afirman que es posible ser salvo antes del bautismo, y sin bautismo. Cuando se les muestra que el bautismo es un requisito para la salvación, a veces contestan así: “Pero el ladrón en la cruz fue salvo sin ser bautizado. Si él pudo ser salvo sin ser bautizado, ¡yo también!”

¿La salvación del ladrón en la cruz, provee un ejemplo de conversión que nosotros podemos seguir hoy?

¿Es posible ser salvo de la misma manera que el ladrón?

¿La salvación del ladrón, nos da permiso de ignorar el mandamiento del Señor de ser bautizado por el perdón de pecados? (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 1 Pedro 3:21)

El ejemplo del ladrón en la cruz no es un ejemplo que debemos seguir hoy, porque hay muchas diferencias entre el ladrón y los que vivimos después de la muerte de Jesús.

Primero, el ladrón era judío. Era parte del pueblo escogido de Dios bajo el Antiguo Testamento. (Génesis 12:1-3; Deuteronomio 7:6-8) Nació en una relación con Dios bajo Su pacto. Por esto, ya era hijo de Dios. Pero era un hijo de Dios que se había desviado en el pecado. El caso del ladrón es igual al de varios otros judíos que fueron perdonados por el Señor mientras estaba en la tierra (Marcos 2:1-12; Lucas 7:36-50; Lucas 19:1-10) Hoy no vivimos bajo la ley del Antiguo Testamento. Nosotros vivimos bajo la ley de Cristo. La ley del Antiguo Testamento fue clavada en la cruz (Colosenses 2:14). Esto significa que cuando Jesús murió, el Antiguo Testamento dejó de ser la ley actual de Dios para gobernar a Su pueblo. “Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley” (Hebreos 7:12). Pablo escribió así a los gálatas: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo” (Gálatas 3:24-25) Si alguien quiere ser salvo hoy, debe cumplir con las condiciones que se encuentran en el Nuevo Testamento.

Segundo, el ladrón fue salvado antes de que se diera la Gran Comisión. Jesús les dio esta comisión a Sus apóstoles un poco antes de Su ascensión al Cielo. Les mandó a predicar el evangelio al mundo entero, a cada nación y a cada criatura. Los que oyeron y creyeron el evangelio se arrepintieron y se bautizaron, y fueron salvos. Pero los que lo rechazaron se perdieron. (Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16) No era obligatorio que el ladrón obedeciera los términos de la Gran Comisión, porque él se murió antes de que fuera dada. Pero tú y yo, y todas las personas hoy, debemos obedecer los mismos términos si queremos ser salvos.

Tercero, en cada caso de conversiones en el libro de Hechos, fue necesario que la gente obedeciera los términos dados en la Gran Comisión para ser salvos. En Hechos 2, los judíos en el día de Pentecostés oyeron a Pedro predicar el evangelio. “Se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” El mandamiento para ellos fue “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados...” (Hechos 2:37, 38) Saulo de Tarso vio al Señor en el camino a Damasco. Se le dijo que entrara en la ciudad, y allí se le diría lo que debía hacer. Oró y ayunó por tres días, pero todavía no era salvo (Hechos 9:1-19). Ananías fue enviado para decirle a Saulo “Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.” (Hechos 22:16) Todas las condiciones de la salvación aquí se implican, aun si no se declaran, en cada ejemplo de una conversión en el libro de Hechos. El bautismo específicamente se menciona en la mayoría de estos. (Hechos 8:12, 13, 36-39; 9:18; 10:48; 16:15, 33, 34; 18:8; 19:5) ¡Estos son los ejemplos de conversión que debemos seguir para ser salvos hoy!

Cuarto, es posible que el ladrón ya fuera bautizado. “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados” (Marcos 1:4, 5). Los discípulos de Jesús también bautizaban a la gente ( Juan 4:1, 2). El bautismo de Juan era la voluntad de Dios para el pueblo de Israel. Los que lo rechazaron, “desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos” (Lucas 7:29, 30). Dado que el ladrón parece haber tenido un poco de conocimiento sobre Jesús y Su reino, es muy posible que anteriormente había oído y obedecido las predicaciones de Juan, pero después volvió a su vida de crimen.

Quinto, nadie puede salvarse en la misma manera en que el ladrón fue salvado, porque nadie se encuentra en la misma situación que la del ladrón. Él estaba en la presencia física de Jesús. Podía hablar con el Señor cara a cara. El Señor, como testador de Su voluntad, tuvo el derecho de hacer lo que quería con Su
salvación mientras vivía, pero una vez que murió, las condiciones de Su voluntad se fijaron, y de allí ha sido necesario cumplir con estas condiciones para alcanzar salvación (Hebreos 9:16, 17). Dado que Jesús ahora ha muerto, estas condiciones de salvación dadas en Su Nuevo Testamento son necesarias para
cada persona que quiera ser salva.

¿Estás salvo? No dejes que nadie te engañe con la idea de que es posible ser salvo como el ladrón en la cruz. Hoy debemos obedecer los términos de la salvación dados por el Señor en Su Gran Comisión. Debemos oír el evangelio, creer en Jesucristo, arrepentirnos de todos nuestros pecados, confesar que Jesucristo es el Hijo de Dios, y ser sumergido por perdón de pecados. Así el Señor añade a una persona a Su iglesia, que es el cuerpo de los salvos. (Efesios 1:22, 23; 4:4-6; 5:23)