Mucha gente cree que los espíritus malvados, o sea los demonios, pueden tomar posesión del cuerpo de la gente hoy en día. Esto fue algo aceptado en Europa hace cien años atrás, y todavía se cree en muchas partes de África donde no hay mucha influencia del cristianismo. Hasta en los Estados Unidos está creciendo esta creencia. Un estudio mostró que casi un tercio de la población de los Estados Unidos cree que los demonios pueden tomar posesión de un cuerpo humano.
¿Es cierto? ¿Todavía existen demonios? ¿Conocían los demonios a Jesús? ¿Debemos temer la posesión de demonios hoy en día? ¿Qué enseña la Biblia?
La Biblia enseña con claridad que existen los espíritus malvados (Santiago 2:19). Estos demonios no se deben confundir con el Diablo, Satanás, el Tentador (Mateo 4:11). Hay solamente un Diablo, pero hay muchos demonios.
En la Biblia, aprendemos que los demonios controlaron a la gente dentro de su cuerpo (Mateo 8:28-34). Estaban bajo el control de Satanás (Beelzebú), el jefe de todos los espíritus malvados (Mateo 12:24). Muchas veces causaron enfermedades en la gente, como la incapacidad que hablar o ver (Mateo 12:22); locura (Lucas 8:26-36); autolesión (Marcos 9:14-26); y otras debilidades (Lucas 13: 11-17).
Estos demonios conocían a Jesús. Ellos sabían la razón por la cual Él había venido al mundo (Lucas 4:41). Ellos creían en Dios (Santiago 2:19). Ellos tenían miedo del juicio y del castigo eterno (Mateo 8:29). Esto demuestra claramente que los demonios no son meras enfermedades, a pesar de lo que dicen algunos. Los demonios son seres espirituales que pueden pensar, hablar, y actuar. En muchas ocasiones, Jesús expulsó a los demonios (Mateo 8:16), y les dio a sus apóstoles también esa habilidad de expulsar a los demonios (Lucas 10:17; Marcos 16:17-18; Hechos 5:16; 8:7; 16:16-18; 19:12). Los apóstoles tuvieron la habilidad de transferir los dones milagrosos a otras personas por medio de la imposición de sus manos (Hechos 6:6-8; 8:14-21; 19:1-6); incluyendo el poder de expulsar a los demonios (Hechos 8:5-8).
En Marcos 5:1-20, leemos de un instante cuando Jesús expulsó a un demonio. Al llegar a la región de los gadarenos, un hombre le encontró, que tuvo un “espíritu inmundo” (demonio). Este hombre poseído por el demonio vivía en los sepulcros. No llevaba ropa. No estaba en su sano juicio. Gritaba de día y noche, y se cortaba a sí mismo con piedras. También tenía una fortaleza tremenda. Cuando fue atado con cadenas, las rompió y escapó. El espíritu maligno dentro de este hombre conocía a Jesús y suplicó que no fuera atormentado. Jesús le preguntó al espíritu maligno, “¿Cómo te llamas?” Él respondió, “Me llamo Legión, porque somos muchos.” Cuando Jesús mandó a los demonios a que salieran del hombre, suplicaron que los mandara a los cerdos que estaban comiendo a poca distancia de allí. Así hizo Jesús. Los cerdos corrieron al despeñadero, se cayeron en el mar, y se ahogaron. Cuando la gente de la región llegó a Jesús, ellos vieron a este hombre “sentado, vestido y en su cabal juicio.” Cuando el demonio había sido expulsado, el hombre fue restaurado a su salud corporal y mental.
¿Poseen los demonios a la gente hoy en día? Zacarías, un profeta del Antiguo Testamento, habló del tiempo cuando Cristo vendría. Zacarías dijo: “En aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza” (Zacarías 13:1). Esta fuente fue abierta cuando Jesús derramó Su sangre en la cruz por los pecados del mundo. Luego, Zacarías dijo: “‘Y sucederá en aquel día,’ declara el SEÑOR de los ejércitos, ‘que eliminaré de la tierra los nombres de los ídolos, y nunca más serán recordados; también Yo quitaré de la tierra a los profetas y al espíritu inmundo’” (13:2). Después del tiempo cuando el Señor murió por nuestros pecados, ya no hay en la tierra profetas (hombres que hablaron por el Espíritu Santo), ni espíritus inmundos (demonios). ¿Cuando pasó esto?
Ya aprendimos que los apóstoles podían transferir a otros la habilidad que hacer milagros. El propósito de estos milagros fue para confirmar (probar) la palabra de Dios (Marcos 16:20; Hebreos 2:2-4). Pablo dijo que estos dones del Espíritu Santo iban a fallar, cesar, y desaparecer (1 Corintios 13:8-10). Estos dones milagrosos se acabarían cuando viniera lo perfecto (v. 10). Esto se refiere al Nuevo Testamento, que también se llama la ley perfecta de la libertad (Santiago 1:25). Uno de estos dones fue la habilidad de expulsar demonios. Por lo tanto, los espíritus malignos que poseían a los hombres, junto con el poder de expulsarlos, se acabaron cuando el Nuevo Testamento se completó y se confirmó. Si es el caso que los demonios siguen poseyendo a la gente hoy en día, Satanás podría tener más autoridad que Dios, porque él podría mandar a sus demonios a andar entre la gente, sin que el pueblo de Dios pudiera expulsarlos.
Dios permitió que los demonios poseyeran algunas personas durante el tiempo de Cristo y de los apóstoles para mostrar Su poder. Cristo no solamente tuvo poder sobre la naturaleza, las enfermedades, y la muerte, sino también tuvo poder sobre el mundo espiritual. Ha sido evidente que el diablo y sus demonios no tienen poder contra el Hijo de Dios. Hoy en día, en vez de preocuparnos por los demonios, debemos vigilar a Satanás, el diablo, que nos tienta a pecar (Santiago 1:14; Mateo 4:3; 1 Pedro 5:8).
¿Es cierto? ¿Todavía existen demonios? ¿Conocían los demonios a Jesús? ¿Debemos temer la posesión de demonios hoy en día? ¿Qué enseña la Biblia?
La Biblia enseña con claridad que existen los espíritus malvados (Santiago 2:19). Estos demonios no se deben confundir con el Diablo, Satanás, el Tentador (Mateo 4:11). Hay solamente un Diablo, pero hay muchos demonios.
En la Biblia, aprendemos que los demonios controlaron a la gente dentro de su cuerpo (Mateo 8:28-34). Estaban bajo el control de Satanás (Beelzebú), el jefe de todos los espíritus malvados (Mateo 12:24). Muchas veces causaron enfermedades en la gente, como la incapacidad que hablar o ver (Mateo 12:22); locura (Lucas 8:26-36); autolesión (Marcos 9:14-26); y otras debilidades (Lucas 13: 11-17).
Estos demonios conocían a Jesús. Ellos sabían la razón por la cual Él había venido al mundo (Lucas 4:41). Ellos creían en Dios (Santiago 2:19). Ellos tenían miedo del juicio y del castigo eterno (Mateo 8:29). Esto demuestra claramente que los demonios no son meras enfermedades, a pesar de lo que dicen algunos. Los demonios son seres espirituales que pueden pensar, hablar, y actuar. En muchas ocasiones, Jesús expulsó a los demonios (Mateo 8:16), y les dio a sus apóstoles también esa habilidad de expulsar a los demonios (Lucas 10:17; Marcos 16:17-18; Hechos 5:16; 8:7; 16:16-18; 19:12). Los apóstoles tuvieron la habilidad de transferir los dones milagrosos a otras personas por medio de la imposición de sus manos (Hechos 6:6-8; 8:14-21; 19:1-6); incluyendo el poder de expulsar a los demonios (Hechos 8:5-8).
En Marcos 5:1-20, leemos de un instante cuando Jesús expulsó a un demonio. Al llegar a la región de los gadarenos, un hombre le encontró, que tuvo un “espíritu inmundo” (demonio). Este hombre poseído por el demonio vivía en los sepulcros. No llevaba ropa. No estaba en su sano juicio. Gritaba de día y noche, y se cortaba a sí mismo con piedras. También tenía una fortaleza tremenda. Cuando fue atado con cadenas, las rompió y escapó. El espíritu maligno dentro de este hombre conocía a Jesús y suplicó que no fuera atormentado. Jesús le preguntó al espíritu maligno, “¿Cómo te llamas?” Él respondió, “Me llamo Legión, porque somos muchos.” Cuando Jesús mandó a los demonios a que salieran del hombre, suplicaron que los mandara a los cerdos que estaban comiendo a poca distancia de allí. Así hizo Jesús. Los cerdos corrieron al despeñadero, se cayeron en el mar, y se ahogaron. Cuando la gente de la región llegó a Jesús, ellos vieron a este hombre “sentado, vestido y en su cabal juicio.” Cuando el demonio había sido expulsado, el hombre fue restaurado a su salud corporal y mental.
¿Poseen los demonios a la gente hoy en día? Zacarías, un profeta del Antiguo Testamento, habló del tiempo cuando Cristo vendría. Zacarías dijo: “En aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza” (Zacarías 13:1). Esta fuente fue abierta cuando Jesús derramó Su sangre en la cruz por los pecados del mundo. Luego, Zacarías dijo: “‘Y sucederá en aquel día,’ declara el SEÑOR de los ejércitos, ‘que eliminaré de la tierra los nombres de los ídolos, y nunca más serán recordados; también Yo quitaré de la tierra a los profetas y al espíritu inmundo’” (13:2). Después del tiempo cuando el Señor murió por nuestros pecados, ya no hay en la tierra profetas (hombres que hablaron por el Espíritu Santo), ni espíritus inmundos (demonios). ¿Cuando pasó esto?
Ya aprendimos que los apóstoles podían transferir a otros la habilidad que hacer milagros. El propósito de estos milagros fue para confirmar (probar) la palabra de Dios (Marcos 16:20; Hebreos 2:2-4). Pablo dijo que estos dones del Espíritu Santo iban a fallar, cesar, y desaparecer (1 Corintios 13:8-10). Estos dones milagrosos se acabarían cuando viniera lo perfecto (v. 10). Esto se refiere al Nuevo Testamento, que también se llama la ley perfecta de la libertad (Santiago 1:25). Uno de estos dones fue la habilidad de expulsar demonios. Por lo tanto, los espíritus malignos que poseían a los hombres, junto con el poder de expulsarlos, se acabaron cuando el Nuevo Testamento se completó y se confirmó. Si es el caso que los demonios siguen poseyendo a la gente hoy en día, Satanás podría tener más autoridad que Dios, porque él podría mandar a sus demonios a andar entre la gente, sin que el pueblo de Dios pudiera expulsarlos.
Dios permitió que los demonios poseyeran algunas personas durante el tiempo de Cristo y de los apóstoles para mostrar Su poder. Cristo no solamente tuvo poder sobre la naturaleza, las enfermedades, y la muerte, sino también tuvo poder sobre el mundo espiritual. Ha sido evidente que el diablo y sus demonios no tienen poder contra el Hijo de Dios. Hoy en día, en vez de preocuparnos por los demonios, debemos vigilar a Satanás, el diablo, que nos tienta a pecar (Santiago 1:14; Mateo 4:3; 1 Pedro 5:8).