A menudo oímos declaraciones como ésta: “Hay un Dios y un Señor, Jesucristo. Hay una sola Biblia. Entonces, ¿por qué hay tantas iglesias?” Hay literalmente miles de diferentes organizaciones religiosas en el mundo hoy, y todas afirman que creen en Jesucristo. El número de estas organizaciones crece diaramente. Así que no es sorprendente que los que sinceramente buscan la verdad se encuentran confundidos. Nuestro Señor oró por la unidad de todos los que iban a creer en Él. En Juan 17:20-21, Jesús le habló al Padre así: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” Muchos se extravían de Cristo en confusión por causa de todas las diferentes iglesias que afirman seguirle a Él hoy.
Hay miles de diversas iglesias en el mundo, pero la Biblia habla solamente de una. Mira lo que dijo el apóstol inspirado, Pablo: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4-6)
Fíjate que hay “un cuerpo” Ese cuerpo es la iglesia. También vemos que Dios “sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23). Si la iglesia es el cuerpo, y hay un cuerpo, eso significa que hay una sola iglesia que es aprobada por Dios. Si hay una sola iglesia, entonces nadie tiene el derecho de fundar otra. De hecho, ninguna iglesia fundada por hombres tiene la aprobación de Dios. Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15:13)
Durante su vida en la Tierra, nuestro Señor Jesucristo respondió a la confesión de Pedro (“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”) con estas palabras: “y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:16-18). Fíjate que Jesús usó la forma singular de la palabra “iglesia.” ¡No dijo “edificaré mis iglesias”! Tampoco prometió edificar muchas iglesias. ¡Solo edificó una! Dado que Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Él tiene el derecho de edificar la iglesia. Ningún otro puede honradamente asegurar lo mismo. Por eso, nadie más tiene el derecho de fundar una iglesia o una organización religiosa que sea distinta de la que edificó Jesús.
La iglesia que edificó Jesús, la iglesia de Cristo, fue fundada el primer día de Pentecostés después de la resurrección y ascensión de nuestro Señor. Se puede leer acerca de su comienzo en capítulo dos del libro de los Hechos.
¿Por qué no te haces miembro de la iglesia de Cristo? Sigue el patrón perfecto dado por la iglesia en el Nuevo Testamento. Obedece el mismo evangelio que fue predicado en el día de Pentecostés, en la misma manera en la que fue obedecido en aquel entonces, y ¡el mismo Señor te añadirá a la misma iglesia, la iglesia de Cristo!
Debes creer en Jesucristo, el Hijo de Dios (Marcos 16:16; Juan 8:24). Arrepiéntate de todos tus pecados (Hechos 2:38; 17:30-31). Confiesa tu fe en Cristo (Romanos 10:9-10; Hechos 8:37). Sé sepultado con Cristo en el bautismo, para perdón de tus pecados (Marcos 16:16; Romanos 6:4; Hechos 2:38). Así el Señor te añadirá a Su única iglesia verdadera: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).
Después de hacerte cristiano, deberás servirle al Señor fielmente en la iglesia por toda la vida. Si haces así, podrás estar seguro de que el Señor te recompensará con la vida eterna en el día final (Apocalipsis 2:10; 2 Timoteo 4:6-8).
Hay miles de diversas iglesias en el mundo, pero la Biblia habla solamente de una. Mira lo que dijo el apóstol inspirado, Pablo: “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos” (Efesios 4:4-6)
Fíjate que hay “un cuerpo” Ese cuerpo es la iglesia. También vemos que Dios “sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:22-23). Si la iglesia es el cuerpo, y hay un cuerpo, eso significa que hay una sola iglesia que es aprobada por Dios. Si hay una sola iglesia, entonces nadie tiene el derecho de fundar otra. De hecho, ninguna iglesia fundada por hombres tiene la aprobación de Dios. Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (Mateo 15:13)
Durante su vida en la Tierra, nuestro Señor Jesucristo respondió a la confesión de Pedro (“Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”) con estas palabras: “y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:16-18). Fíjate que Jesús usó la forma singular de la palabra “iglesia.” ¡No dijo “edificaré mis iglesias”! Tampoco prometió edificar muchas iglesias. ¡Solo edificó una! Dado que Él es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Él tiene el derecho de edificar la iglesia. Ningún otro puede honradamente asegurar lo mismo. Por eso, nadie más tiene el derecho de fundar una iglesia o una organización religiosa que sea distinta de la que edificó Jesús.
La iglesia que edificó Jesús, la iglesia de Cristo, fue fundada el primer día de Pentecostés después de la resurrección y ascensión de nuestro Señor. Se puede leer acerca de su comienzo en capítulo dos del libro de los Hechos.
¿Por qué no te haces miembro de la iglesia de Cristo? Sigue el patrón perfecto dado por la iglesia en el Nuevo Testamento. Obedece el mismo evangelio que fue predicado en el día de Pentecostés, en la misma manera en la que fue obedecido en aquel entonces, y ¡el mismo Señor te añadirá a la misma iglesia, la iglesia de Cristo!
Debes creer en Jesucristo, el Hijo de Dios (Marcos 16:16; Juan 8:24). Arrepiéntate de todos tus pecados (Hechos 2:38; 17:30-31). Confiesa tu fe en Cristo (Romanos 10:9-10; Hechos 8:37). Sé sepultado con Cristo en el bautismo, para perdón de tus pecados (Marcos 16:16; Romanos 6:4; Hechos 2:38). Así el Señor te añadirá a Su única iglesia verdadera: “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).
Después de hacerte cristiano, deberás servirle al Señor fielmente en la iglesia por toda la vida. Si haces así, podrás estar seguro de que el Señor te recompensará con la vida eterna en el día final (Apocalipsis 2:10; 2 Timoteo 4:6-8).