En estos días oímos mucho sobre el nuevo nacimiento. Muchos dicen que son “cristianos nacidos de nuevo.” Parece que no entienden que no es posible ser cristiano sin nacer de nuevo. ¿Cómo se puede nacer de nuevo? Es decir, ¿cómo puede una persona hacerse cristiano? ¿Qué dice la Biblia?
La Biblia habla del nuevo nacimiento en Juan 3:1-13. Nicodemo, un fariseo y un hombre prominente entre los judíos, vino a Jesús. Nicodemo era un hombre bueno y religioso. Sabía que Dios había mandado a Jesús al mundo, porque había visto los milagros que Jesús hacía. Nicodemo buscaba el reino de Dios.
Jesús supo lo que Nicodemo pensaba, y respondió diciendo: “En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” “Ver” el reino significa ser parte de él y disfrutar de sus bendiciones. Nicodemo era judío. Se había hecho parte del reino de Israel al nacer en una familia judía. Es posible que él pensara que el reino de Jesús sería un reino terrenal también. Pero se equivocó.
El reino que Jesús vino a establecer es un reino espiritual. En otra ocasión Jesús le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Jesús prometió edificar Su iglesia. Después prometió darle a Pedro las llaves del reino (Mateo 16:16-19). Se hace claro en estos versículos que Jesús usó las palabras “iglesia” y “reino” para referirse a la misma cosa. Muchos años después, el apóstol Pablo les recordó a los miembros de la iglesia de Cristo en Colosas que Dios los “trasladó al reino de Su Hijo amado” (Colosenses 1:13). Puesto que el reino y la iglesia son la misma cosa, entonces la manera en que una persona entra en la iglesia es la misma manera en que entra en el reino. Si una persona está en el reino, es también miembro de la iglesia.
Jesús continuó diciéndole a Nicodemo: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” Esto significa que solamente existe una manera para poder disfrutar de las bendiciones del reino, y esta manera es lo que se conoce como “nacer de nuevo.”
Jesús dijo que hay que nacer (1) de agua, y (2) del Espíritu. Cuando un bebé humano nace, hay dos cosas necesarias: (1) el padre que engendra, y (2) la madre que da a luz. Jesús usó el ejemplo de un nacimiento físico para explicar lo que es el nacimiento espiritual en el reino de Dios, que es la familia de Dios.
En el nuevo nacimiento, es el Espíritu Santo quien engendra. La simiente es la Palabra de Dios. Fíjese en estas palabras: “En el ejercicio de Su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18). También leamos otra escritura parecida: “Puesto que en obediencia a la verdad ustedes han purificado sus almas para un amor sincero de hermanos, ámense unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 Pedro 1:22-23).
La Palabra de Dios es la espada del Espíritu (Efesios 6:17). Es la Palabra que el Espíritu utiliza para producir fe en el corazón humano. “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Romanos 10:17). Cuando se predica la Palabra de Dios, el Espíritu Santo por medio de esto, engendra fe en el corazón del pecador. Así que podríamos decir que una persona es engendrada por el Espíritu al oír y creer la Palabra de Dios.
Pero ¿cómo nacer de agua? Esto se hace por medio del bautismo. Cuando una persona oye y cree la Palabra de Dios, después obedece la Palabra y se bautiza en agua en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19-20). Este bautismo es una sepultura en agua (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Su propósito es el perdón de pecados (Hechos 2:38; 22:16). Por medio del bautismo, el creyente es puesto en el cuerpo del Señor (1 Corintios 12:13), que es la iglesia (Colosenses 1:18), el reino de Dios.
Hemos visto que para hacerse cristiano, es necesario nacer de nuevo. Si una persona ha nacido de nuevo, está en el reino de Dios, que es la iglesia de Cristo. Este nuevo nacimiento de agua y del Espíritu pasa cuando la Palabra inspirada por el Espíritu engendra fe en el corazón humano y el creyente responde con bautismo por perdón de pecados. Así nace de agua y del Espíritu, y así ha entrado en el reino.
Amigo lector, ¿y usted? ¿Es salvo? ¿Está en el reino de Dios? ¿Ha nacido de nuevo, de agua y del Espíritu? Si no, usted no tiene la esperanza de vida eterna. Crea la Palabra y bautícese hoy para que gane la salvación: “Y les dijo: ‘Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado’” (Marcos 16:15, 16).
La Biblia habla del nuevo nacimiento en Juan 3:1-13. Nicodemo, un fariseo y un hombre prominente entre los judíos, vino a Jesús. Nicodemo era un hombre bueno y religioso. Sabía que Dios había mandado a Jesús al mundo, porque había visto los milagros que Jesús hacía. Nicodemo buscaba el reino de Dios.
Jesús supo lo que Nicodemo pensaba, y respondió diciendo: “En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.” “Ver” el reino significa ser parte de él y disfrutar de sus bendiciones. Nicodemo era judío. Se había hecho parte del reino de Israel al nacer en una familia judía. Es posible que él pensara que el reino de Jesús sería un reino terrenal también. Pero se equivocó.
El reino que Jesús vino a establecer es un reino espiritual. En otra ocasión Jesús le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). Cuando Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, Jesús prometió edificar Su iglesia. Después prometió darle a Pedro las llaves del reino (Mateo 16:16-19). Se hace claro en estos versículos que Jesús usó las palabras “iglesia” y “reino” para referirse a la misma cosa. Muchos años después, el apóstol Pablo les recordó a los miembros de la iglesia de Cristo en Colosas que Dios los “trasladó al reino de Su Hijo amado” (Colosenses 1:13). Puesto que el reino y la iglesia son la misma cosa, entonces la manera en que una persona entra en la iglesia es la misma manera en que entra en el reino. Si una persona está en el reino, es también miembro de la iglesia.
Jesús continuó diciéndole a Nicodemo: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.” Esto significa que solamente existe una manera para poder disfrutar de las bendiciones del reino, y esta manera es lo que se conoce como “nacer de nuevo.”
Jesús dijo que hay que nacer (1) de agua, y (2) del Espíritu. Cuando un bebé humano nace, hay dos cosas necesarias: (1) el padre que engendra, y (2) la madre que da a luz. Jesús usó el ejemplo de un nacimiento físico para explicar lo que es el nacimiento espiritual en el reino de Dios, que es la familia de Dios.
En el nuevo nacimiento, es el Espíritu Santo quien engendra. La simiente es la Palabra de Dios. Fíjese en estas palabras: “En el ejercicio de Su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18). También leamos otra escritura parecida: “Puesto que en obediencia a la verdad ustedes han purificado sus almas para un amor sincero de hermanos, ámense unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1 Pedro 1:22-23).
La Palabra de Dios es la espada del Espíritu (Efesios 6:17). Es la Palabra que el Espíritu utiliza para producir fe en el corazón humano. “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo” (Romanos 10:17). Cuando se predica la Palabra de Dios, el Espíritu Santo por medio de esto, engendra fe en el corazón del pecador. Así que podríamos decir que una persona es engendrada por el Espíritu al oír y creer la Palabra de Dios.
Pero ¿cómo nacer de agua? Esto se hace por medio del bautismo. Cuando una persona oye y cree la Palabra de Dios, después obedece la Palabra y se bautiza en agua en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19-20). Este bautismo es una sepultura en agua (Romanos 6:4; Colosenses 2:12). Su propósito es el perdón de pecados (Hechos 2:38; 22:16). Por medio del bautismo, el creyente es puesto en el cuerpo del Señor (1 Corintios 12:13), que es la iglesia (Colosenses 1:18), el reino de Dios.
Hemos visto que para hacerse cristiano, es necesario nacer de nuevo. Si una persona ha nacido de nuevo, está en el reino de Dios, que es la iglesia de Cristo. Este nuevo nacimiento de agua y del Espíritu pasa cuando la Palabra inspirada por el Espíritu engendra fe en el corazón humano y el creyente responde con bautismo por perdón de pecados. Así nace de agua y del Espíritu, y así ha entrado en el reino.
Amigo lector, ¿y usted? ¿Es salvo? ¿Está en el reino de Dios? ¿Ha nacido de nuevo, de agua y del Espíritu? Si no, usted no tiene la esperanza de vida eterna. Crea la Palabra y bautícese hoy para que gane la salvación: “Y les dijo: ‘Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado’” (Marcos 16:15, 16).